miércoles, 16 de mayo de 2012

¿Qué hace que a algunos padres les cueste poner límites a sus hijos ?
- Padres que sienten que no tienen energías suficientes para enfrentarse a sus hijos.

- O padres que intentan, de esta forma, compensar el poco tiempo de dedicación que les pueden dar.

- O padres inseguros y con poca autoestima, que desean ser aceptados por sus hijos, y que no confían en sus propias decisiones ni en su capacidad para defenderlas.

- O padres que, entre sí, tienen opiniones distintas sobre una misma situación, e infravaloran o desacreditan el juicio del otro progenitor. No hay respeto entre ellos.
En estos casos, se hace necesario el asesoramiento y seguimiento de la situación, por parte de algún especialista.


Puede tratarse de:

Todas las situaciones extremas perjudican el crecimiento y desarrollo del niño:

- Tanto el establecer unos límites o normas demasiado estrictas o excesivas en cuanto a cantidad, pues ello no dejaría crecer al niño.

- Como el no poner ningún tipo de límites a su comportamiento. Las consecuencias de esta actitud darán lugar a un niño que no tiene nunca suficiente, cuyas exigencias son cada vez más elevadas y donde las negativas serán cada vez vividas de forma peor. Estaremos pues ante un niño, con gran dificultad en postergar la satisfacción de sus deseos, con lo que ello supone. Su autoestima quedará ligada a la posesión material de cosas, regalos,...es decir, una alta dependencia de las cosas materiales.

¿Qué condiciones son fundamentales para poder establecer con éxito los límites a nuestros hijos?
Para que el niño se muestre dispuesto a aceptar las normas o los límites marcados por los padres, es necesario que se cumplan otras condiciones:
- Que exista un buen clima familiar, de afecto y cariño.

- Los padres deben estar convencidos de aquello que exigen y, por tanto, han de luchar para su cumplimiento.

- Las normas marcadas por los padres han de ser claras y realmente necesarias, y, por tanto, no han de ser excesivas, pues ello acabaría por convertirlas a todas en ineficaces.

- Los padres deben comportarse de forma coherente a lo exigido, pues con el ejemplo también se enseña; por tanto, han de ser consecuentes con el modo habitual de hacer en casa.


- Es normal y habitual que el niño quiera probar, con su actitud y con su conducta, hasta dónde puede llegar y cuál es la reacción de los padres si se sobrepasa el límite marcado.
Es, en ese momento, cuando hay que mostrarse firmes, pues si se cede, después costará mucho más retomar nuevamente el respeto de esas normas.

- Todo ello, no excluye (si bien al contrario) la necesidad de que los padres adopten una mentalidad flexible que les permita ir adaptando esas normas a la situación, al momento y edad concreta del niño.

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